En casa hemos tenido la suerte que, hasta ahora, la muerte la hemos tenido lejos.
Cuando murió nuestra madre fue muy duro. Pero nos quedaba el papa, el iaio. En
él teníamos también algo de nuestra madre, de la iaia.
Al morir el papa, el iaio, nos hemos sentido huérfanos, hemos perdido el referente, las raíces, el
guía, nos hemos sentido perdidos. Al ir a su casa y ver sus cosas personales…
el espacio donde nos hemos criado… La tristeza es insoportable, sientes que te
falta el aire. Al descubrir que entre sus cosas que tenía tesoros guardados con
mucho cariño (el vestido de la comunión
de la Miriam, la faldita de ballet de la Joana, los recortes de prensa que
hablaban de mí,…) Sientes que has perdido a las dos únicas personas que su
amor hacia nosotros era incondicional…. Tienes delante de ti toda una
vida. Y los más duro, lo que te da
pánico es cuando llegas a la conclusión que ahora el iaio eres tú, que ahora el
referente eres tú, que ahora las raíces eres tú… Cuanta responsabilidad.
Buscas consuelo… y en ese buscar recordé que
Mossen Manel, en el funeral de mi padre, haciendo referencia a una afirmación
de la prestigiosa psiquiatra del siglo XX,
Elisabeth Kübler-Ross, reflexionaba lo siguiente: “ Al
decir que la muerte no existe, que la muerte es una ilusión no quiero banalizar
la muerte. Quiero hacer caer en la cuenta qué quizás tememos más a la vida que
a la muerte. ¿Por qué? Porque lo que realmente nos duele es nuestra vida. A
través de la muerte de un ser querido experimentamos que nuestra vida ha
quedado afectada por un dardo lanzado al centro de nuestro corazón. Nos entra
un “subidón” de egoísmo: tanta vida dada y compartida, Tanto amor recibido y dado, tantas anécdotas
que asaltan nuestra memoria,… Y ahora, ¿todo esto qué? Pero, ¿Puede morir el
Amor? Se preguntaba el Pare Manel.
Y el mismo se respondía: No, jamás, porque si muere el amor nada
tiene sentido. La muerte no existe y el amor vive eternamente.”
Estoy de acuerdo con esta reflexión del Pare
Manel. La muerte no existe y el amor
vive eternamente. El dolor ira menguando con el tiempo a la vez que hará
crecer el amor hacia nuestro padre, nuestra madre, hacia el iaio, hacia la
iaia. Un amor que será eterno. Pero yo
añadiría…. que sin ese subidón de
egoísmo del que hablaba Mossen Manel la
vida no tendría sentido y el amor no sería posible.
VICTOR HUGO, autor Francés del S.XIX, en unas de sus poesías. Decía: “Te deseo también que ninguno de tus afectos
muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin
sentirte culpable.”
Yo y mi familia hoy nos sentimos afortunados
porque hemos tenido a Pedro y Rosario como padres, como iaios. Hoy estamos viviendo ese “subidón de
egoísmo” por haberlos perdidos, hoy les
lloramos sin lamentarnos, sufrimos su muerte sin sentirnos
culpables…. Y después …. Sin lugar a dudas
viviremos la experiencia de saber que La muerte no existe y que el amor vive
eternamente.
“.... La Rosario estava molt maca amb el seu vestit negre i
nerviosa, molt nerviosa; tant que quan van entrar junts a l’església va saludar
educadament un escolanet que hi havia a la porta amb una guardiola a les mans.
Com que el noi no li va respondre es va girar indignada cap el promès que
la duia del braç i li va dir: Has vist, Pedro, quin mal educat! No m’ha
saludat! En Pedro va sospirar, pacient, i li va dir: Rosario, que és un ninot
de fusta...Van començar a riure, sense poder parar durant tota la cerimònia,
malgrat la cara enfadada del capellà. I així, entre riallades, es van
casar....”